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Benedetti en la mesilla


Hubo un tiempo en el que todos los poetas eran de lectura obligatoria. Todos, menos él. A Benedetti, incluido en los planes de estudio, en las colecciones de quiosco, en los discos que mis padres no tenían, en los regalos de cumpleaños, se llegaba a través de los amigos y enseguida encontrabas en sus poemas la frase genial con la que querrías decirle a ella todo lo que sentías. Sólo había una estrategia y él era nuestra táctica.

Si se marchaba al otro lado del mundo, no importaba, allí estaba el poeta para trazar un puente de palabras transoceánico. Él decía con claridad todo lo que sentías. Entonces no había paro, ni nómina, ni jefes, ni horarios, ni dinero… Pensábamos que nunca seríamos oficinistas y sabíamos que nunca moriríamos funcionarios. Dormíamos con sueño.

Luego llegaron otros poetas, y el paro y los jefes, y el paro otra vez, y los horarios de oficinista encadenado, y la terrible decepción de saber que todos los que decían una cosa hacían la contraria, siempre, todos, siempre, sobre todo si presumían de leerte. Y tus poemas saltaron de la mesilla al último estante de la librería, protegidos de arrugas y manchas. Y en la mesa de trabajo apareció un mamotreto ilegible: un manual para ser un funcionario oficinista.

Hoy, he rescatado del último estante de la librería tu ‘Inventario, firmemente atrapado entre otros libros. Lo he vuelto a ojear deprisa y he recordado aquel Benedetti marinero que se ríe de sí mismo y recita en alemán, en un oscuro bar del Río de la plata, los versos de ‘Corazón coraza, hasta matar de aburrimiento a sus mujeres sin alas. Me he vuelto a reír a carcajada limpia y he dejado el inventario en la mesilla.

Pd. (3/3/2013): Hoy, mientras los escándalos de corrupción se tapan unos a otros y avergüenzan a Rajoy en Berlín, se han encontrado dos poemas inéditos de Benedetti. Os dejo el enlace de la noticia: ‘Benedetti por azar’

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