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El Día D y las semanas de días sin letra


“Cuando nos acercamos, pudimos ver las formas sombrías de unos cuantos hombres, mujeres y niños franceses, a un lado y otro del camino, sin hablar, algunos llorando en silencio, pero casi todos aplaudiendo con suavidad, a lo largo de varias decenas de metros a ambos lados del sendero. Una niña se me acercó. Era rubia, bonita; quizá tuviera cinco años. Puso confiadamente su mano en la mía y estuvo caminando un ratito a mi lado, luego se detuvo y me saludó agitando la mano hasta que la perdí de vista. Incluso cincuenta años después, ese oficial podía oír el sonido de los suaves aplausos en el bosque”

Batalla a batalla, Antony Beevor ha escrito nuestra historia de la Segunda Guerra Mundial. Digo nuestra, la de mi generación, aunque Beevor podría ser mi padre. En mi infancia la IIGM era una guerra mítica, en la que Gregory Peck volaba los cañones de Navarone, Steve McQueen saltaba una alambrada en moto y Michael Caine encendía el motor de su Spitfire mientras con inglesa tranquilidad apuntaba por la radio:O arrancamos, o explotamos. Aquella guerra era una inmensa aventura.

Vi aquellas películas una y otra vez en la televisión de mi infancia e intenté saberlo todo sobre aquella guerra de buenos y malísimos. Después llegó Spielberg y por primera vez la guerra dejó de ser una aventura. Es verdad que el cinismo de Samuel Fuller era muy anterior y nacía de una experiencia bélica propia y real, pero tardé mucho más en encontrarme con su coreano casco agujereado. Y Clint Eatswood tuvo que llegar a la plenitud de su madurez creativa para dejarnos ver aquella guerra a través de los ojos del enemigo.

Lancha de desembarco en Normandía

Si Spielberg revolucionó la forma de contar la guerra en imágenes, Beevor ha cambiado para siempre la narrativa bélica. Pocos autores, más allá de la alambrada de espinos que separa los géneros literarios, escriben con la maestría de este ex militar. Muchos menos saben tanto sobre la IIGM y creo que sólo un puñado tiene un público cada vez más fiel. Después de él, cualquier libro estrictamente militar nos parecerá incompleto.

Si no tienes ni idea de la IIGM, ¿puedes leer sus libros? Puedes, y te sentirás emocionado cuando escuches las voces de los soldados en la batalla, sonreirás cuando leas los celos entre Patton y Montgomery y creo que, como yo, detendrás tu lectura cuando la muerte se apodere de los cuerpos y de las almas, y notes que no puedes pasar como si nada al párrafo siguiente, aunque la prosa de Beevor te arrastre.

En este ‘Día D’ editado por Crítica con certeza de best seller, Beevor acaba por fin con el mito de que la guerra en el frente occidental fue menos cruel que en el frente ruso. Sólo un dato. En Normandía, alemanes y aliados tuvieron más de dos mil bajas por división al mes, más del doble que en el frente oriental. Beevor deja también otra cifra muy importante. Los bombardeos aliados que precedieron a la invasión mataron a 15.000 franceses, 3.000 el mismo día D. Y una idea clave, si el día D fue decisivo los días que le sucedieron fueron terribles. La obra de Beevor es la crónica de ese otro día E y de los dos meses que le siguieron hasta que los republicanos españoles, héroes de una aventura sin película,  liberaron París.

‘El día D: la batalla de Normandía’. Antony Beevor. Crítica. Barcelona, 2010. 880 páginas, 19,90 euros.

Pd. (11/10/19): Aquí vamos de nuevo; ¡otro avión ha llegado!“, dice George Hicks – corresponsal en Londres de la Blue Network -, mientras observa desde la cubierta del barco ‘Ancon’ el desembarco más importante de la Historia. La grabación original de su relato del Día D acaba de aparecer en una cabaña de Nueva York, como cuenta David Ruiz Marull en esta noticia de La Vanguardia.

 

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