La máquina que guarda en sus tripas todos los libros ya existe. La Espresso Book Machine es el sueño de muchos lectores y libreros. Una impresora veloz que imprime en cinco minutos el libro agotado e inencontrable.
“Hola, buenos días”. “Buenas tardes” “Quería comprar ‘Espera, ponte así‘, de Andreu Martín”. “No lo tenemos, pero podemos imprimírselo en cinco minutos. ¿Lo quiere en tapa dura o en rústica?” “Bueno, es para un regalo, sabe. ¿Cuánto cuesta con tapa dura?” “El doble que en rústica”. “Bien, entonces en rústica”.
De momento, la Espresso sólo ha desembarcado en la librería Blackwell, en el 100 de Charing Cross, muy cerca de la mítica Marks & Co. del número 84 en la que Helene Hanff encontró sus libros deseados a golpe de cartas transoceánicas. Su lectura es una recomendación infalible que, por fortuna, no está agotada.
No sé si la veloz Espresso ha llegado a la línea de salida con un retraso invencible. Los libros que puede engendrar deben estar previamente digitalizados. Lo que significa que YA podemos leerlos en uno de esos libros electrónicos que parecen destinados a convertirnos a los amantes del libro-objeto en nostálgicos del papiro.
Sus creadores creen que será la salvación de las pequeñas librerías. Imagino que no piensan en nuestras pequeñas librerías que son eso… muy pequeñas. Después de la tarde asfixiante que pasé el día del libro en ‘El bandido doblemente armado’ y en ‘Tres rosas amarillas‘, no veo dónde podrían sus dueños colocar semejante armatoste.
Sí creo que una de nuestras grandes podría colocar una Espresso en su sede central. Tienen espacio, dinero y clientes que les piden diariamente decenas de libros agotados. Y, sobre todo, escritores del Sí que no saben cómo conseguir dar a la luz de los escaparates su libro soñado.
La única crítica a la Espresso es que sus libros recién paridos tienen un tacto algo pegajoso. A mí ese defecto me parece una virtud. En el tiempo intangible que deberemos vivir, cuando tendremos todos los libros y no poseeremos ninguno, estos libros nacen con una placenta invisible, como si fueran humanos de papel y tinta.
Pd. (19/9/14): Escribí esta entrada hace cinco años, suficientes para que ‘El bandido doblemente armado‘ cerrase, insuficientes para que la impresora llegase a las librerías españolas. Leo hoy, cuando los lectores que compran libros se han convertido en una especie en extinción, que Barnes and Noble, una de las cadenas más importantes de libros de EE.UU., acaba de instalar la Espresso en algunas de sus tiendas y se me antoja una noticia lejana, vieja.
Pd. 2 (11/3/16): La Espresso acaba de llegar a París.