Ahora parece increíble, pero cuando sólo había dos canales de televisión existían presentadores de informativos que siempre incluían en su telediario un libro. Algunos eran incluso feos, miopes y culturetas. No volverán y mentiría si dijera que los añoro porque no soy tan viejo como para recordarlos. Cuando ellos recomendaban libros, yo odiaba leer.
Quizá entonces era radical incluir un libro entre las palabras de los políticos, el último atentado y la penúltima crisis internacional. Si ahora se cuela un libro en un informativo – en el nuestro, en el de los demás – no es por su calidad sino por la gran habilidad de su autora para la publicidad. Sí, estoy pensando en ese libro. Los otros libros, todos los demás, se pelean por encontrar un segundo en los programas televisivos especializados. ¿Cuáles? ¿Dónde están? Permitidme que silbe y mire hacia el otro lado del océano.
En una televisión argentina y privada hay un programa de libros que se ha convertido en un auténtico éxito. Olvidaos de atriles y presentadores encorbatados con fondo de biblioteca falso, de whisky oculto en tacitas de té. En ‘Ver para leer‘ los libros son de verdad y sirven para resolver problemas de verdad, aunque el decorado sea un cómic. Su presentador, el escritor Juan Sasturain, es un tipo calvo, feo, barbudo y repleto de ingenio.
En cada programa, y casi sin darnos cuenta, Sasturain nos recomienda una decena de libros fundamentales, pero nunca obligatorios. Este quijote sin rocín es capaz de irse a un mercado y pesar una gran novela argentina y el ‘Ulises’ de Joyce para comprobar que, en pesadez, los argentinos son imbatibles. ‘Ver para leer’ destila humor por las cuatro paredes de sus viñetas. Y, lo más importante, funciona, da audiencia. Se me ocurren muchos presentadores para este programa. Y todos están en esta tele, aunque no diré que sean feos y miopes.