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¿Por qué se suicidan los lobos?


“Cuando volví del campo, metí todos los libros de poesía en la estufa y los quemé. Vi las llamas retorciendo las palabras, las frases, las páginas. El humo que ascendía de los poemas al arder no era mejor ni más noble, ni más bonito que cualquier otro”.

Habla Brodeck, con una voz que imagino ronca y profunda como los abismos que ha atravesado. Su relato, “El informe de Brodeck”, es la última novela del polifacético Philippe Claudel, uno de esos tipos que desconfían del género humano en la segunda persona del plural y, sobre todo, en la primera del singular.

Descubrí a Claudel hace unos años, leyendo su excelente ‘Almas grises’. Su estilo, el de la falsa sencillez de los grandes escritores, es un arma de alta precisión. Claudel apunta directamente a nuestra alma y su disparo descubre nuestra oscuridad.

“La verdad puede cortarte las manos y dejar tajos con los que no puedes seguir viviendo, y la mayoría de nosotros lo que queremos es vivir”. Brodeck lo sabe. Ha regresado a su pueblo después de morir un campo de exterminio.

Brodeck ha logrado volver de donde nadie regresa, pero sabe que ha muerto en el campo. Ha burlado a la muerte alimentarla con su cuerpo, pero no ha podido entregarle una gran tajada de su alma.

Ese campo podría ser un campo de exterminio de la Segunda Guerra Mundial. Pero no lo es. Sus guardianes podrían ser nazis. Pero no lo son. Y Brodeck podría vivir en un país centroeuropeo. Pero Claudel trastoca fechas e inventa lenguas. Y todo es más turbador aún.

“Mucho más que el odio, o cualquier otro sentimiento, lo que me había transformado en víctima era el miedo que sentían otros”. Brodeck regresa al pueblo y se convierte en obligado narrador de un asesinato: la muerte del Anderer, el hombre espejo que refleja el alma corrupta de los vecinos del pueblo.

Hasta aquí debo contar. Lo demás es una narración casi tan oscura como ‘Viaje al fin de la noche’ de Céline. Aunque Claudel, claro, no es Céline, pero su novela es la mejor que he leído en mucho tiempo.

“Cierras los ojos y luego ya no hay nada. La muerte no es exigente. No pide ni héroes ni esclavos. Se come lo que le dan”
. En las páginas del libro encontraréis la respuesta al título. No vivimos rodeados de lobos. Somos parte de la manada.

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