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Lecturas de dictadores


Una biblioteca nos define. Los lomos de sus libros son un espejo de colores que muestra nuestros gustos, delata nuestras carencias y dibuja nuestros sueños. Una biblioteca es a veces una herramienta de trabajo y, casi siempre, un tesoro de papel que sólo su dueño valora.

Nos introduce en una biblioteca forrada de madera donde el azar alfabético ha alineado a Saint-Simon, Solzhenitsyn, Suetonio y Han Suyin. Cuando la vida deja de sorprender, se parece a eso”.

La cita pertenece a La pequeña vendedora de prosa’, de Daniel Pennac, la tercera entrega de la saga de Benjamín Malaussène. No imagino un orden más apropiado para los más de 16.000 libros que Hitler acumuló.

Leo en un artículo de Jacinto Antón que el gran dictador despreciaba la literatura. Aún así, hacía una excepción para las novelas del Oeste de Karl May, autor de obras como ‘Los gambusinos mejicanos’.

Franco leyendo La Vanguardia

Pocos dictadores han tenido gusto literario pero muchos han deseado ser escritores. A algunos, su poder ilimitado les permitió “convencer” a los editores de la calidad indiscutible de su obra. Pero, como Hitler, nuestro dictador fue escritor antes que fraile.

Hace muchos años tuve la oportunidad de leer el ‘Diario de una bandera’, relato de las hazañas bélicas de Franco en nuestra olvidada guerra de Marruecos. Tuve que acudir a la Biblioteca Nacional para encontrarlo. Hoy es posible leerlo con tres golpes de ratón.

La literatura de aquella guerra se queda en ‘Imán’, de Sender, ‘La ruta’, de Barea o El blocao’, del olvidado José Díaz Fernández. Libros tan excelentes como poco conocidos. Pero el ‘Diario’ de Franco ofrece la oportunidad única de vislumbrar los primeros pasos del dictador.

Cuando avanzan sedientos de lucha, para detenerlos no hay fuerza capaz, pues asolan, incendian y matan como poseídos de furia infernal (…) Segadores de vidas les dicen; cada legionario semeja un Titán. Pendencieros y audaces y rudos, son tercos y bravos en guerra y en paz”.

En este mutilado credo legionario de Millán Astray están las líneas más violentas del ‘Diario’. El resto es una mala novela de aventuras y sólo al enfrentar su relato a las obras de Sender y Barea comprobamos que la ficción está en el supuesto relato de la realidad y la verdad en los versos despreciados.

Pd. (14-5-2010): 16.300 libros, uno arriba, tres abajo, son los que Hitler llegó a acumular, que no a leer, a lo largo de su vida. Lo cuenta hoy Rafael Núñez Florencio en El Cultural, a propósito de dos libros que acaban de aparecer sobre la biblioteca de Hitler (‘Los libros del gran dictador’ y ‘Libros para el führer’). Hitler acabó sus días enterrado en su búnker con la biografía de Federico II que escribió el escocés Carlyle. Os dejo el enlace del artículo.

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